En física, el modelo de partículas (o corpuscular) de la luz describe y explica la propagación de un haz de luz como el desplazamiento de un grupo de partículas de energía (generalmente llamadas cuantos de energía o fotones). Formulada por Isaac Newton en el siglo XVII, la luz era vista como compuesta de Pequeñas partículas de materia (corpúsculos) emitidas en todas las direcciones. Además de ser matemáticamente mucho más simple que la teoría de ondas, esta teoría explicaba muy fácilmente algunas características de la propagación de la luz que eran bien conocidas en la época de Newton. En primer lugar, la mecánica galileana predijo correctamente que las partículas (incluidos los corpúsculos de luz) se propagarían en línea recta y el hecho de que se esperaba que fueran muy ligeras era consistente con una alta pero no infinita velocidad de la luz. El fenómeno de la reflexión también podría explicarse de una manera simple por el impacto elástico de la partícula de luz en la superficie reflectante. La explicación de la refracción era un poco más complicada, pero lejos de ser imposible: bastaba pensar que las partículas que incidían sobre el material refractivo sufrían, por ello, fuerzas perpendiculares a la superficie que aumentaban su velocidad, cambiando su trayectoria y acercándola a la dirección normal de la superficie. Los colores del arco iris se explicaron por la introducción de un gran número de partículas de luz (una para cada color) y se pensó que el blanco estaba formado por muchas de estas partículas. La separación de colores por, por ejemplo, un prisma planteó algún problema más teórico porque las partículas de luz deberían tener propiedades idénticas en el vacío, pero diferentes dentro de la materia.